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lunes, 3 de junio de 2013

Biogás en Media Luna: ¿Por qué no se escucha la campana?

Héctor Reyes era soldador en el otrora central azucarero Juan Manuel Márquez, de Media Luna, ahora disfruta de su jubilación, aunque mantiene la misma vivacidad y energía de sus años de trabajador. Lo encontré caminando hace unos días por el parque de ese municipio costero; a él le gusta la actividad, no solo de los músculos, sino también, de la mente. Este hombre es el único del territorio -que se tenga registrado- que utiliza un biogás para la cocción de los alimentos en su casa, y con ese equipamiento ahorra energía eléctrica.
Para Héctor, el inicio de esa práctica en su vivienda data del 2001, cuando vio cómo hicieron uno en el Juan Manuel Márquez y decidió llevar la experiencia a su hogar. “Lo monté con recortes viejos, chatarra, desechos... solo tuve que comprar el cemento para hacer la fosa. Cuando lo utilicé por primera vez lo habilité a plena capacidad de estiércol y esperé 45 días para hacerlo funcionar, después de esto ha sido permanente y lo voy habilitando en dependencia de lo que se cocina en la casa. “Tenemos unas vacas, y con eso, la materia prima garantizada. El beneficio se siente en el pago mensual de la electricidad. Antes del biogás la cuenta podía llegar a los 60 pesos, actualmente solo es de 16, como máximo”, explicó este hombre que es considerado una personalidad destacada en ese movimiento y presentó el trabajo en un fórum del municipio. Ese territorio tiene como prioridad la eficiencia energética y el uso de las fuentes renovables de energía como práctica importante para lograrla, sin embargo, Manuel Bermejo Rosales, secretario ejecutivo de la Comisión del Fórum allí, admitió que aún persisten dificultades para la generalización de vivencias como la de Héctor. “No contamos con una bibliografía o alguna referencia con los cálculos de la cantidad de materiales que se necesitan en dependencia de las personas en los comedores. Existe interés de montar ese sistema en la Construcción del Poder Popular, la Policía, campesinos con convenios porcinos, pero nos falta información”, expresó. El biogás de Héctor tiene forma de campana, una de las tecnologías que primero comenzaron a implementarse en el país y llevan mayor cantidad de metales, porque la pared y la cúpula de donde sale el gas está formada por planchas de hierro y ahora son difíciles de conseguir. “Existe otras maneras con menos recursos que pueden resolver la situación, entre ellas, un biogás con tubulares de nailon que quizás pueda ser la solución, como se ha visto últimamente”, agregó Bermejo mientras Héctor acotó que la ventaja de este tipo de biogás tiene relación con el mantenimiento de la presión aunque tenga poca materia orgánica. Esa práctica es factible para muchas personas, comunidades, sobre todo, en aquellas con tradiciones y prácticas ganaderas y porcinas. Generalizar la experiencia resulta una excelente forma de contribuir con el ahorro energético, la economía de los hogares y centros estatales, y el cuidado del medio ambiente, una trilogía de ventajas nada despreciables en estos tiempos y de las cuales Héctor ha sacado provecho.

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