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lunes, 4 de marzo de 2013

Sobreponerse a las tristezas

 La mayoría de las veces los seres humanos sacamos lecciones de las experiencias negativas, los malos momentos, las tormentas que llegan sin ser invitadas. Sobreponerse a las malas circunstancias es lo que nos corresponde, y en eso, los cubanos somos ejemplo. A lo largo de la historia hemos demostrado que podemos enfrentar las adversidades más complejas, y salir airosos, aprendiendo cada enseñanza, y compartiendo los dolores y secuelas. El cuatro de marzo de 1960 fue un día que tuvimos que sobreponernos al dolor y la tristeza. El buque francés La Coubre, que transportaba armamentos para la defensa del país, estalló en La Habana, mientras experimentados obreros portuarios bajaban la mercancía.
Ese día dos explosiones rompieron con la cotidianidad de la zona. Más de un centenar de muertos y aproximadamente 200 heridos fue el saldo del sabotaje, en contra de un país que había decidido ser libre e independiente. Después de la primera explosión muchas personas acudieron al sitio a prestar ayuda. Los oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) encabezaban el rescate. Media hora más tarde se escuchaba la segunda detonación. La tierra se estremeció y con ella los hombres que allí se encontraban en sus tareas. Sangre y vidas inocentes se mezclaron. La política de agresión de Estados Unidos contra Cuba, que había logrado su independencia el primero de enero de 1959, estaba ya trazada, y esta acción era una evidencia ineludible. Era una de las maneras de los Estados Unidos, para demostrar que eran capaces de cualquier crueldad y brutalidad con el fin de acorbardar al pueblo revolucionario, que por primera vez podía decidir su destino. Los entrenamientos de la contrainteligencia norteamericana a sus soldados siempre fueron basados en la agresión militar a Cuba. Sin embargo, los cubanos habían escogido su camino y seguirían luchando y trabajando para mantener sus conquistas. “Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte. “Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre: ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!”, fueron algunas de las palabras de Fidel Castro Ruz, Comandante en Jefe de la Revolución, en el entierro de las víctimas de la vil acción el cinco de marzo. Así, una vez más se sobrepuso este archipiélago gigante a la tristeza, sin olvidar nunca a quienes murieron inocentemente aquella jornada.

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