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miércoles, 16 de junio de 2010

Mejor construir puentes…

Por Leslie Anlly Estrada Guilarte
Complejizar la existencia es el doctorado de los seres humanos actuales. Mientras más evolucionamos, mayores son los entramados y convencionalismos inventados. Nos distanciamos, bastante, de aquellos que sobrevivieron al frío hostil, la desnudez, las molestias del medio, hace muchos años en la comunidad primitiva.
Ya no compartimos el mismo bocado en las cuevas pero, aunque no de la misma manera, aún llevamos nuestra vida en colectivo. Esta estirpe milenaria ha cambiado sus costumbres desde entonces y, en ocasiones, no para bien.
Por ahí andan quienes creen que viven solos en el mundo y tienen un cementerio aparte. Nos los encontramos en los lugares más insospechados, casi siempre cuando es lo último que necesitamos.
Entonces, las relaciones humanas se tornan difíciles. Nos molestamos por la desatención de los que deben atender, y afloran deseos de golpear, gritar, patalear… cuando nos sentimos invisibles, impotentes.
Si bien trabajamos para beneficios de todos, a algunos se les olvida la educación formal y te tratan como propietarios absolutos de la empresa o institución donde prestan servicios.
Buscamos, si está a nuestro alcance un “padrino” y no con el fin de quitarnos la sal de encima, como dice cierta canción, sino para agilizar cualquier tipo de consulta o trámite.
Esa tendencia se ha extendido en nuestra sociedad. Si no eres amiguito de fulano o de perencejo no solucionas pronto el problema.
Por otra parte si vas sin el “padrino”, entrar a cualquier centro de trabajo y recibir en vez de unos “buenos días” una cara desaliñada mascullando palabras ininteligibles es escena reiterada. El caso no se da en un lugar aislado… ¡qué va! si las lecciones de mala educación se repiten lamentablemente en diversos sitios.
Otras personas parecen no escucharte porque la conversación telefónica que sostienen es más entretenida. Entonces, te asustas, crees haber quedado muda o mudo, y no te oyen debido a eso. Pero no, cuando gritas, te miran impresionadas, diciéndote recriminándote con la mirada, y te expresan como si nada ¿qué desea?
Hoy el necesitado puede ser alguien con paciencia caída del cielo, pero mañana, quizás, llegue quien no tenga tanta y el discurso sea otro.
Todos en algún periodo requerimos atención y ¡cuidado!, le pueden pagar con la misma moneda.
Formamos parte de una cadena y si algún eslabón se detiene, se paraliza el proceso. No lo podemos olvidar. Servir y realizar bien nuestra labor, sea cual fuere, es beneficioso.
Porque al final no estamos aislados. Somos un país que tiende las manos en momentos complejos y ha salido adelante. No olvidar nuestras raíces, ayudará al andamiaje social a marchar correctamente. Comprender el papel que representamos en la sociedad es esencial.
Es mejor construir puentes… derribar muros. Egoísmos y mezquindades no nos llevarán por caminos de prosperidad. Respetar los derechos del prójimo forma parte de la convivencia en nuestro mundo. Encontrar el lado positivo a las circunstancias nos convertirá en seres más agradables y tratables.
Quizás, nunca logremos la ingenuidad y el colectivismo de nuestros ancestros, pero la transición vivida hasta estos tiempos de postmodernidad y desarrollo puede ser menos dura.

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